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EL TSUNAMI Y LOS PESCADORES DE LA CALETA TUMBES
5 meses después del desastre
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Julio de 2010
Ellos lo tenían muy claro. A muchos el mar les había arrebatado sus casas y lo poco que tenían. En ese panorama de desolación, después de disponer de un lugar donde cobijarse del frío y la lluvia, lo más apremiante para los damnificados era intentar recuperar cuanto antes sus aperos de pesca, el único medio de vida de muchas familias que tradicionalmente han vivido de la pesca artesanal. Muchas embarcaciones se habían salvado, pero el mar se había tragado los motores fuera borda, las redes, etc.
Mi familia, especialmente mi hermana Ana María, apoyó y desempeñó un papel fundamental en este proyecto de ayuda a las familias damnificadas de Caleta Tumbes. Fue imprescindible contar con una persona de confianza y con principios que coordinara las ayudas en el mismo lugar de los hechos. La misión de cualquier organización que quiera prestar ayuda humanitaria de forma efectiva, por humilde que ésta sea, es conseguir que todo el dinero recaudado, hasta el último céntimo, llegue a su destino y se invierta adecuadamente. Se trata de evitar una perversión muy frecuente que se esconde tras muchas organizaciones poco eficaces o corruptas, que captan recursos públicos destinados a “ayuda al desarrollo” y también a costa de la sana solidaridad de muchas personas bien nacidas que creen cierto el bendecido lema de “sin fines de lucro”: Gastar parte importante de los recursos en la propia gestión de las ayudas [sueldos, dietas, informes, comisiones, viajes, proveedores escogidos a dedo, etc.] o simplemente robarlo todo.
Las complicaciones pronto se presentaron. El precio de los motores oscilaba arriba y abajo de Chile a España, de un día a otro, de una tienda a otra. El desastre provocó una demanda desmesurada de una serie de productos concretos, entre ellos, los motores fuera borda. Agotados los stocks, los nuevos modelos curiosamente venían con una subida de tarifas desproporcionada. Son las reglas de la oferta y la demanda que no se plantean jamás si la demanda crece a causa de una mejora de las condiciones de vida o crece a causa de la desdicha de muchos miles de familias inocentes. Entre medias están los bancos, los impuestos, las comisiones por las transferencias, la conversión variable de las divisas derivadas del conflicto de intereses Euro vs. Dólar. |
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Caleta Tumbes 10 meses después
Mi hermana Ana María conversa con
los pobladores en los improvisados
campamentos de “mediaguas” que
les han permitido sobrevivir al
primer invierno. |
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Pero todo salió bien. Al cumplirse justo un año del terremoto tsunami, el 27 de febrero de 2011, los pescadores, sus familias y parte de la mía, improvisaron entre todos una pequeña ceremonia y un almuerzo. Los motores y los aperos de pesca estaban por fin donde debían. |
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Don José Manuel Pincheira, el interlocutor que quiso el destino
A Don José Manuel lo conocí un día de julio de 2010. Apareció descamisado y sudoroso por el hueco del ventanuco sin disimular que lo habíamos despertamos de la siesta. Caminando por las calles embarradas de los campamentos improvisados donde el gobierno les había instalado tras el tsunami, no sabíamos por donde buscar. Los habían ubicado en terrenos que estaban expuestos a las riadas provocadas por las abundantes precipitaciones de esa región austral del mundo.
Mi hermana Ana María facilitaba mucho las cosas haciendo gala de su experiencia como educadora social, acostumbrada a estar entre estas humildes personas que ya no se fían de nadie. Ya habíamos hablado con varios pobladores y asistido a una asamblea de vecinos donde quedaba patente la angustia por la situación de necesidad y la profunda descoordinación de las autoridades del municipio.
Don José Manuel había “doctorado” como hombre de mar llevando una pequeña embarcación desde Punta Arenas hasta las costas del desierto de Atacama. Su torso y sus brazos, oscurecidos por la tinta de tatuajes, era una bitácora detallada de cinco décadas de equilibrio en el borde del precipicio, entre el mar y la tierra; un mar Pacífico nada pacífico y una tierra firme nada firme. No sabe nadar pero sabe mucho más que eso. Ha aprendido a sobrevivir en el ancho mar de las adversidades y, sin perder un ápice de auténtica ironía, piensa y responde con rapidez hilvanando sus ideas en un castellano sólo para entendidos, hábil, socarrón, rico en expresiones, conjugando el doble o triple sentido de sus palabras. A ratos me parece estar frente a un hombre antiguo, sin tiempo, endurecido, oscuro y resbaladizo como las rocas y el musgo del litoral Pacífico, pero su rostro se ilumina y deja escapar su otro yo en la generosidad con la que comparte el vino y sus alimentos que son sus tesoros más preciados. Una honestidad noble difícil de expresar, porque tiene tal vigor y carácter que incluso se llega a temer. Como los tuareg o los beduinos del desierto, de pronto te pueden matar si les das motivos. No tienen nada que perder porque ya perdieron el miedo a no tener nada sino su vida. Vive porque se lo merece más que un estúpido forastero como yo.
El alcoholismo convive entre ellos y es parte de la familia. Mis contertulios me comentaban que sólo dejaban de beber cuando están de faena en alta mar. En tierra firme la vida es más soportable vista a través de los cristales del bendito líquido que embellece el mundo con los engañosos destellos de un paraíso perdido, pero siempre añorado. |
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Mi hermana Ana María Muñoz Vera
y don José Manuel Pincheira en su casa.
Todos contentos con la noticia.
Caleta Tumbes, julio de 2010. |
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Los jardines y escuelas infantiles eran una prioridad
El colegio de Tumbes
había desaparecido literalmente. En su lugar había una estructura metálica tipo mecano, de aquellas que emplean las mineras en el desierto de Atacama. Una donación de Anglo American. Son verdaderamente prácticas, pero la directora se quejaba, con razón, de que no estaban hechas para la lluvia, porque en el desierto no llueve nunca. Que las goteras pronto inundarían todo. Me pareció también sorprendente el regalo que venía incuido: más de 30 ordenadores completos, pantallas y sendos proyectores digitales. El único problema es que en Caleta Tumbes no hay acceso a Internet. |
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10 meses después. Colegio provisional. Caleta Tumbes, julio de 2010 |
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LA EXPOSICIÓN BENÉFICA
"Todo ocurre porque sí y Nada ocurre porque sí"
Después del terremoto/tsunami del 27F de 2010, como muchos otros chilenos nacidos en esa región austral, sentí deseos de trasladarme a Chile inmediatamente en una reacción instintiva por regresar esa tierra que estaba siendo asolada. Como todos los que estábamos lejos, sólo teníamos noticias esporádicas a través las escasas noticias que se podían ver en los medios españoles y la televisión norteamericana.. Los efectos sicológicos de los 9,5 grados Richter que sacudieron esa región cuando tenía 4 años, se repetía tal y como lo predijesen los geólogos que ya anticipaban la teoría de la Tectónica de Placas. En el borde costero de la zona central de Chile chocan frontalmente las placas Nazca y Sudamericana haciendo de esta zona una de las de mayor actividad sísmica y volcánica del mundo.
Sin embrago, decidí volver llevando conmigo algo más que ese inútil sentimiento de compasión. Era necesario aportar más que eso, algo de ayuda material. Decidí dejar todo lo que estaba haciendo y ponerme a pintar la serie de paisajes del Chile del Bicentenario. Comencé a pintar algunos formatos grandes, como La mediagua verde o Calle de Lota, pero para recaudar fondos pensé que era más adecuado pintar pequeños formatos. |
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Después de la exposición
Julio de 2010
No se pudo recaudar todo lo que esperábamos. La crisis en España se estaba dejando notar. Ya no parecía aconsejable colgar pinturas en casas cuyas paredes se estaban comenzando a tambalear por otro terremoto: la inseguridad creada en el sur de Europa por la crisis económica.
Ese año 2010 realicé dos viajes a la zona afectada. En julio, el primero, realicé un trabajo de campo casi periodístico para comprender exactamente la situación de los afectados. El en segundo, más breve de lo esperado, a finales del mismo año, ya iba con una idea clara y una determinación. Con la humilde cantidad de fondos recaudados parecía más indicado realizar una acción concreta en una pequeña localidad. |
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Las familias de Caleta Tumbes
Pensé en la Caleta Tumbes porque reunía varias características: es una pequeña aldea de mi región afectada por el desastre. Por su historia escrita y el olvido histórico de estas familias, que arranca desde el siglo XVI, cuando la actual ciudad de Concepción era un pequeño puerto situado en la bahía, donde hoy está Penco y cuyos habitantes se trasladaron al interior cuando fue destruida por el tsunami del año 1751. También por el valor de la pesca artesanal y el derecho de todos a vivir de los recursos naturales de su propia región. Por la importancia de apostar por la repoblación de las costas, de los valles, de los pequeños poblados. Por la urgencia de evitar el crecimiento desmesurado de las áreas metropolitanas, donde los cinturones de pobreza y marginalidad crecen día a día.
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10 meses después. Caleta Tumbes, julio de 2010 |
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¿QUÉ ES UNA MEDIAGUA? |
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CALETA TUMBES: Junio de 2013
Más de tres años después... |
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