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Comparto las filosofías de aquellos que postulan que el Hombre, como toda forma de vida, es una entidad biológica esencialmente regional, es decir, mantiene un vínculo indisoluble y antiguo con la geografía, con los ecosistemas, con el clima y los recursos naturales. Las razas y las culturas históricas tienen ese fundamento, son formas de ser y estar en relación con las coordenadas espaciales y temporales. La primera circunnavegación de nuestro planeta en 1522 marcó el inicio de la globalización del comercio, pero no globalizó las mentalidades.
La historia del arte universal está por escribir. La modernidad no es un valor absoluto en el arte de las ingenierías. Nada nuevo hay sobre la faz de la Tierra. Cambian las necesidades, cambian sobre todo, las tecnologías y sus propósitos. Desde siempre hubo que discernir entre la autoridad y la mediocridad, entre la verdad y la falsedad. El hombre parece girar en un bucle infinito, la evolución en un sentido positivo, es un deseo más que un empeño.
Alternativas a la Historia Universal decimonónica sólo podrían ser consolidadas si hubiese una verdadera universalidad en los planteamientos, equidad, filosofías sin fronteras, puro “amor a la sabiduría”, cómo dicen que respondió Pitágoras cuando le preguntaron a que se dedicaba.
Los restos arqueológicos a veces aparecen en el momento menos esperado, pero hay que buscarlos y desenterrarlos con toda intencionalidad, y de hecho se buscan, se invierten grandes presupuestos, pero de forma selectiva. Equipos de investigadores altamente capacitados los hay en todo el Mundo, pero son financiados sólo aquellos que buscan o han encontrado las perlas necesarias para agregar al collar de una historia preconcebida.
Hemos sido adoctrinados para entender el mundo como la imagen que produce una lente al curvar la luz, como si la realidad obedeciera a las leyes de la perspectiva. El mundo y el lenguaje de los hombres a través de los tiempos no son necesariamente reflejos ópticos de la realidad. Así se puede llegar a entender como otras culturas nunca se expresaron por medio de las analogías visuales.
Otro lenguaje, quizás más poderoso que cualquier otro, se expresa a través de los números y símbolos geométricos, sin contenido aparente, sin formas reconocibles, pero llenas de sentido para un observador o lector instruido. Se podría concluir que los extremos se tocan, porque las sociedades que se han expresado mediante signos abstractos o glifos más o menos figurativos, encierran los mismos secretos que la palabra escrita. Solo los que saben puede hacer uso de él. [+] |
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