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  HISTORIAS DE ÁMBAR & ELEKTRON
Cuando la luz cálida se vuelve fría
 
 

Nuestra civilización globalizada ya no es capaz de sobrevivir sin energía eléctrica. La palabra electricidad deriva del griego latinizado elektron, ámbar, una resina fósil cristalina generalmente de color dorado.  Según el mito, cuando Phaëton hijo de Helios, el Sol, fue asesinado, sus hermanas apenadas se convirtieron en álamos, y sus lágrimas en resina de ámbar, o elektron, cayendo al Erídanos, actual río Po. De elektron deriva elektor,  que se asociaba con el concepto de “sol radiante”.  No es una casualidad que desde el principio de los tiempos el hombre haya utilizado la imagen del Sol como símbolo de poder.

Muy apreciado en la antigüedad, el ámbar generó la conocida como “Ruta del ámbar” desde las regiones bálticas donde se encuentra uno de los mayores yacimientos del mundo.  No se debe confundir este ámbar con la voz anbar de origen árabe, que quiere decir “que flota en el mar”. Este ámbar, un complejo producto que procede de los intestinos de los cachalotes y que suele flotar en el agua a diferencia de la resina. Con el paso del tiempo este ámbar de ballena llamado ámbar gris, cambia su aroma fecal por un complejo aroma indescriptiblemente agradable y cautivador. Por eso desde la antigüedad se utilizó como fino condimento en la cocina mediterránea y árabe, se quemó como incienso y aún sigue siendo una preciada esencia en el mundo de la alta perfumería.

El cachalote fue prácticamente exterminado a partir del momento que se descubrió que en su cabeza albergaba oro líquido, la cera de mejor calidad para iluminar, que por ser más brillante y la más blanca, marcó el primer patrón de iluminación conocido como “candelas”. Inodora, no producía humos y al consumirse completamente no goteaba. Durante siglos  iluminó las casas señoriales y palacios reales más importantes de la Europa globalizada, hasta la llegada del gas o el keroseno en el siglo XVIII.

La película del director Ron Howard [2015] fue la inspiración de esta pintura y sirva de homenaje a su trabajo. El cine de historia debe mucho a la pintura y hoy los pintores debemos mucho a los cineastas y directores de fotografía. Todos tenemos una deuda con las artes escénicas, de las que la pintura es la hermana menor, pero la más duradera. Nunca habría relacionado Mobby Dick con las pinturas murales y frescos que decoraron los voluptuosos cielos de los palacios de los siglos de oro de Europa, especialmente aquellos salones producto del sentimiento Barroco. No se hubiesen invertido tantos recursos y talentos  en decorar los techos si no hubiesen sido previstos para ser iluminados en las noches de fiesta. Para que toda esa escenografía cobrara vida con los invitados representando la Comedia del Arte,  hacía falta encender cientos de velas, candelabros, lámparas de araña…