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El cronista dominico fray Gaspar de Carvajal, que embarcó en 1541 acompañando al conquistador español Francisco de Orellana en la travesía del famoso Río Grande de las Amazonas, describió sus experiencias con los belicosos nativos al mando de mujeres guerreras, creyendo ver en estas Amazonas una versión americana del mito griego:
"Aquí estovimos en poco de nos perder todos, porque como había tanta flechas, nuestros compañeros tenían harto que hacer en se amparar de ellas sin poder remar, a causa de lo cual nos hicieron daño, que antes que saltásemos en tierra nos hirieron a cinco, de los cuales yo fui uno, que me dieron un flechazo por una ijada que me llegó a lo hueco, y si no fuera por los hábitos, alli quedara. Visto el peligro en que estábamos, comienza el capitán a animar y dar priesa a los de los remos que cabordasen, y ansí, aunque con trabajo llegamos a cabordar y nuestros compañeros se echaron al agua, que les daba a los pechos. Aquí fue muy peligrosa refriega, porque los indios andaban mezclados con nuestros españoles y se defendían tan animosamente que era cosa maravillosa de ver. Andúvose en esta pelea más de una hora, que los indios no perdían ánimo, antes parecía que de contínuo se les doblaba; aunque veían algunos de los suyos muertos y pasaban por encima de ellos, no hacían sino retraerse y tornar a volver."
Y sobre las Amazonas, dice Gaspar de Carvajal:
"Estas mujeres son muy altas y blancas y tienen el cabello muy largo y entranzado y revuelto a la cabeza : son muy membrudas, andaban desnudas en cueros y atapadas sus vergüenzas, con sus arcos y flechas en las manos, haciendo tanta guerra como diez indios, y en verdad que hobo muchas de éstas que metieron un palmo de flecha por uno de los bergantines y otras menos, que parecían nuestros bergantines puerco espín."
Se suceden las batallas y en una de ellas Carvajal recibe otra herida, de mayor consideración que la anterior, perdiendo un ojo.
"... y de todos en este pueblo nos hirieron sino a mí, que permitió Nuestro Señor que me diesen un flechazo por un ojo que me pasó la flecha al cogote, de la cual herida perdí un ojo y no estoy sin fatiga y falta de dolor, puesto que Nuestro Señor, sin yo merecerlo, me ha querido otorgar la vida para que me enmiende, y le sirva mejor que hasta aquí." |