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Historias de Al Andalus
 

LA LITERATURA ALJAMIADA
la memoria de los moriscos [*]

 
 
   
 
 
 

Una convivencia bajo sospecha
A lo largo del primer tercio del siglo XVI se decreta en los distintos reinos de la Península la conversión forzosa de todos los musulmanes. La Inquisición tuvo bajo su punto de mira a los nuevos conversos, pero durante los primeros años se empleó con más fuerza persiguiendo los conversos judíos y la amenaza protestante, y evitó acciones generales en aquellas zonas donde las comunidades moriscas estaban cohesionadas y protegidas por razones económicas por los señoríos. Sin embargo, se fueron recortando paulatinamente sus usos y costumbres. El decreto de 1567 que abolía sus modos de vestir, bailes y canciones está entre las causas que desatan la revuelta de las Alpujarras al año siguiente, desencadenando la represión posterior y finalmente la expulsión.

En este clima desconfianza es en el que se desenvuelve la figura del Mancebo de Arévalo, quizás el autor más singular de la literatura aljamiada en el siglo XVI. Radicado en Aragón, redactó obras dirigidas a la comunidad morisca aragonesa, de las cuales se muestran en la exposición la la Tafsira y el Sumario de la relación y exercicio espiritual. En ambos libros, además de la transmisión de la doctrina islámica, describe en un español personalísimo, carnal y sutil a la vez, los encuentros con otros musulmanes encubiertos en sus viajes por España, como el noble José Venegas y la Mora de Úbeda en Granada, que se lamentan de la decadencia musulmana.

Desde que las Cortes Valencianas prohibieron el uso de la lengua árabe hablada y escrita en 1564, y Felipe II hizo lo mismo en 1567 para los territorios de la Corona de Castilla, la Inquisición se lanzó a la captura de toda huella de lengua árabe, escrita o hablada, identificada con la práctica del islam. En Aragón, conservamos unos cuatrocientos procesos entre 1568 y 1609 que tratan de la posesión de libros en árabe, y aunque no tenemos forma de saber cuántos de ellos eran aljamiados, muestran la existencia de una verdadera red de distribución de libros en el Valle del Jalón. En los procesos inquisitoriales encontramos testimonios del aprecio de los moriscos por sus libros confiscados, tanto hombres como mujeres.

 
 
 
 

La literatura morisca
La mayor parte de los textos narrativos moriscos que nos han llegado son recreaciones de fuentes árabes, vertidas en un castellano sensorial y emocionante, muy próximo del lenguaje hablado, capaz de conmovernos todavía igual que fascinaban entonces, cuando estos libros se leían en los corros donde los moriscos de todas las edades se congregaban a escuchar y a “holgarse” con la historia de la ciudad de alambre y los genios expulsados por Salomón, o la leyenda de la doncella Carcayona, a quien su padre manda cortar las manos por hacerse musulmana.

Los elementos de ficción se alían con la intención didáctica de modo inextricable, como puede apreciarse de modo singular en el Alkitab de Samarqandí, delicadamente iluminado, que ha sido incluido por la Biblioteca Nacional en su Biblioteca Digital Hispánica. La intensidad literaria está presente incluso en los libros de “castigos” o consejos, como el Alkiteb de Preicas.

La narración es inherente en esta cultura a la explicación de cómo regirse en el mundo, y por ello los personajes bíblicos mencionados en el Corán cobran nueva vida en estas narraciones, acercándonos sus pensares y sentires en una fusión de la tradición islámica con antiguos relatos de transmisión oral.

El profeta Mahoma es el protagonista de numerosos relatos, especialmente en el Libro de las Luces, del que se nos han conservado varios ejemplares. Un lugar aparte ocupa la poesía morisca, de la que se muestran aquí dos textos destacados del inicio y del final de la literatura morisca: el Poema de Yúçuf, de resonancias medievales, que narra en verso la historia de José, y el Poema de la Luz de Mohamad Rabadán, poeta interesantísimo del exilio que merecería, igual que los otros escritos moriscos aquí recogidos, entrar finalmente en los libros de texto de la literatura española.

 
 
 
 
 

La expulsión y el exilio

A partir de las conversiones forzosas en los distintos reinos cristianos en el primer tercio del s. XVI, la situación de los moriscos se fue agravando “en esta tierra y en esta isla de España”, especialmente tras la Guerra de Granada en 1568, motivada en gran parte por los decretos que privaban a los moriscos de sus trajes y bailes y costumbres.

Por ello, algunos moriscos habían decidido partir en busca de nueva patria ya antes de la expulsión, como revela el itinerario de fuga que se muestra aquí, en el que se recomienda a los viajeros moriscos preguntar en Venecia por los judíos sefarditas y pasar por Salónica, revelando una colaboración estrecha entre las dos comunidades perseguidas. Sin embargo, en general la resistencia a marcharse fue grande, como indica esta anotación en las guardas de uno de los libros de la exposición: “Nosotros no partiremos, antes morremos, que por ese paso vamos”.

Muchos moriscos volvieron sus ojos hacia los turcos, como testimonian varios escritos, y prestaron fe a las profecías que aseguraban su venida y triunfo, o bien a aquellas otras que anunciaban el final próximo de los tiempos. Cuando finalmente se produjo el exilio a tierras ajenas del sur y del este del Medite-rráneo, los moriscos españoles se encontraron recibidos con suspicacia, considerados como practicantes de un islam deficiente, y entre gente cuyo idioma no entendían. Algunas comunidades se mantuvieron unidas durante algún tiempo, como en Rabat o en Túnez, pero en general terminaron fundién-dose con la población del lugar de acogida. De su memoria sólo nos queda, aparte de unos pocos ejemplares que sobrevieron por otras vías, lo que nos cuentan aquellos libros aljamiados que escondieron en sus casas, justo antes de marchar, los moriscos lectores del valle del Jalón. Alfredo Mateos Paramio

 
 

AZORAS DEL ALCORÁN: Un testimonio contra la partida

En este manuscrito árabe que contiene copiadas las azoras coránicas 38 a la 77 [excepto la 53] se halla, en el folio de guardas un interesante documento en el que se puede leer:

 
"En el año de mil quinientos y treinta y
tres y medio el rey Don Calrros [sic]
mandó que se hiciesen los moros del
reino de Valançia [sic] y de Aragón
cristianos o se fuesen de la tierra. Los
fueros [furos] no otorgaron deberse de
hacer cristianos, sino aberse de ir,
dándoles buen paso por Valançia y paso
franco, no dándoles paso por donde no
sea çierto. Nosotros no partiremos, antes
morremos, que por ese paso vamos. Dia
de alhamis a veinte y tres de febrero.
Esto escribió Mohamad Dobecar, fijo de
Mamad Dobecar el onrado y virtuoso."
 
 

Dejando de lado el error cronológico evidente de colocar el decreto del Emperador de conversión de los moriscos del Reino de Aragón en 1533, ocho años después de su publicación en 1525, el texto nos presenta la tesitura a la que se vieron obligados los mudéjares aragoneses y valencianos: Seguir el camino de sus correligionarios castellanos, que ya hacía veinticinco años que habían sido convertidos, o bien verse obligados a una dificilísima emigración. Aun- que sin duda hubo discusiones y disensiones entre los moriscos acerca de la opción que escoger, parece evidente que si bien en el Reino de Valencia estallaron conflictos, en Aragón la cosa se resolvió de forma bastante pacífica, restando la práctica totalidad de los musulmanes –ahora cristianos– en sus lugares sin plantear mayores problemas a las autoridades. El texto aljamiado escrito por este Muhammad es uno de los escasos testimonios directos en primera persona que tenemos de los autores moriscos. Su breve pero dramática alocución, anunciando su permanencia en Aragón, pero sugiriendo quizá su resistencia a la nueva situación de ser cristianos forzados es un sensible testimonio de lo que había de ser el futuro de la comunidad morisca en Aragón durante el resto del siglo XVI. [Luis F. Bernabé Pons]

 

[*] Imágenes de manuscritos y textos extraídos del catálogo digital de la exposición
Memoria de los moriscos: Escritos y relatos de una diáspora cultural
celebrada en 2010 en la Biblioteca Nacional [Madrid, España]
Catálogo impreso: Ed. Sociedad Estatal Conmemoraciones Culturales [SECC] Madrid, España

 
 
 
 
 

Biblioteca Tomás Navarro Tomás
CSIC [Madrid]

La actual Biblioteca Tomás Navarro Tomás custodia los manuscritos árabes y aljamiados procedentes de la Junta para la Ampliación de Estudios, que en su día adquirió esta importante colección. Los manuscritos, como es bien sabido, pertenecieron a Pablo Gil y Gil y en su mayoría proceden del hallazgo de Almonacid de la Sierra [Zaragoza], que tuvo lugar al reparar una casa antigua en el verano de 1884.

De los pormenores dio noticia Francisco Codera [Almacén de un librero morisco descubierto en Almonacid de la Sierra. Boletín de la Real Academia de la Historia, V [1884], pp. 269 - 276]:

“Dichos manuscritos estaban escondidos en el espacio que mediaba entre un piso ordinario y un falso piso de madera, hábilmente sobrepuesto, de modo que los libros, muy bien acondicionados en el espacio intermedio, han estado ocultos cerca de tres siglos, sin que nadie se haya apercibido de su existencia”,

Y añade:
“Por desgracia, al parecer los manuscritos fueron creídos de ningún valor por los albañiles y peones, de modo que arrojados entre los escombros ó dejados á disposición del primero que llegaba, los muchachos se entretuvieron en romper las hojas y en hacer hogueras con ellas, destrozando más de 80 volúmenes y quemando quizá por completo no pocos”,

A la vez que señalaba:
“No fue poca suerte que al día siguiente ó á los dos días del hallazgo, pasara por dicho pueblo el reverendo P. Fierro, de las Escuelas Pías de Zaragoza, quien compró en el acto uno ó dos volúmenes que le presentaron, y esto fue causa de que ya se tuviera cuidado en no destrozar lo que iba apareciendo, o que se recogiese lo que se habían llevado los chiquillos. Avisado del hallazgo nuestro correspondiente D. Pablo Gil, se dirigió en el acto al punto del descubrimiento, y pudo adquirir una buena parte de lo que no había sido quemado, consiguiendo reunir un considerable número de manuscritos”

Y tras el relato de otros detalles concluye Codera: “en mi sentir, los manuscritos encontrados no pertenecieron a la biblioteca de un particular, sino que constituían el fondo del almacén de un librero morisco” pues con los manuscritos se encontraron las herramientas de encuadernación.

 

Juan Carlos Villaverde Amieva [Universidad de Oviedo]
Exposición Memoria de los moriscos: Escritos y relatos de una diáspora cultural 
[catálogo impreso, p 102]
 
 
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