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Con una muestra titulada “Terra Australis Incognita”, el reconocido artista chileno, radicado en España, regresa a Chile consolidado como uno de los principales representantes nacionales del realismo contemporáneo. En esta entrevista, el pintor defiende este estilo pictórico tan desdeñado en la actualidad, se refiere al legado de Claudio Bravo y critica duramente el mundo del arte actual.
Mientras las grandes bienales del mundo acogen y aplauden las formas más conceptuales y experimentales del arte contemporáneo, hace sólo unas semanas quedó demostrado en el Museo Thyssen de Madrid y en el Museo de Bellas Artes de Bilbao que, al parecer, el gusto del público va en otra dirección: miles de personas colmaron las salas de estos espacios donde se exhibía la gran retrospectiva del pintor realista Antonio López, batiendo récords de asistencia en ambos lugares.
Sin embargo, el artista chileno Guillermo Muñoz Vera, también cultor de esta corriente pictórica, no es tan optimista respecto del aparente interés del público. “No creo que esta pintura atraiga multitudes. No hay ninguna señal de que esto sea así, sólo hay que ver la situación en las carreras de Bellas Artes y las políticas culturales que discriminan cualquier forma de realismo pintado. El realismo pictórico está en franca decadencia y es una víctima más de las modas estúpidas a nivel de pasarela y más recientemente de la proliferación de aparatos y nuevas tecnologías mal entendidas”, explica desde Chinchón, España, país donde vive desde los años 80.
En el mundo, Muñoz Vera es, tras Claudio Bravo, el pintor realista chileno más reconocido y su fama lo ha llevado incluso a ser elegido para pintar uno de los tres retratos oficiales del Rey Juan Carlos I.
Sin embargo, su carrera ha sido, al igual que la de Bravo, una constante defensa al realismo, un estilo tantas veces despreciado y vilipendiado en los tiempos que corren. Ya desde sus días de estudiante de Bellas Artes en la Universidad de Chile sus profesores le recriminaban “copiar la realidad” en vez de imaginarla, reproche que nunca le importó. Tres décadas más tarde, vuelve a afirmar sin ningún pudor un comentario que algunos tacharían de anticuado: “Sólo me interesan las pinturas de los artistas de hace 300 o 400 años”, dice respecto de sus referentes artísticos.
Hoy, con 55 años, este pintor oriundo de Concepción regresa al país con la muestra “Terra Australis Incognita”, una serie de cuadros en los que el artista muestra su visión del viaje de los conquistadores españoles a la desconocida América. Este trabajo, que refleja una realidad imaginada y recreada por Muñoz Vera tras una investigación histórica, constituye la segunda parte de un extenso proyecto, cuya primera etapa ya fue exhibida en la Forum Gallery de Nueva York.
“Comencé a trabajar en este proyecto hace unos 4 años, cuando me puse a estudiar historia, geografía y otras áreas. Se trata de un viaje en el tiempo, de situaciones y hechos del pasado, pero que en los dilemas que se plantean podríamos reconocer el presente. La motivación fue inicialmente el Bicentenario de la Independencia, pero no sólo el nuestro, sino de todos los países latinoamericanos, incluida la ‘independencia’ de España, cuando lograron expulsar a Napoleón. Más que el descubrimiento de América, se trata de la historia de la globalización del comercio, de la economía, de la relación entre las diversas naciones y culturas”.
— ¿De dónde tomó inspiración para estas pinturas sobre otras épocas?
“Trajes de época alquilados, objetos reales, inventados... de cartón. Utilicé imágenes de google, de las bibliotecas digitales, de videos documentales, de películas, grabados y pinturas. Todo lo que pueda usar descaradamente es poco. Quizás lo más especial haya sido la coincidencia que tuve con el director brasileño de la película ‘Lope’, Andrucha Waddington, quien me pidió una casa de Chinchón, auténtica del siglo XVII, para rodar parte de su trabajo. Mi contrapartida fue pedir que me dejara hacer fotografías durante el rodaje”.
— ¿Podría decirse que el viaje es un tópico siempre presente en sus trabajos? Tanto por el tema de su última exposición, como también por sus paisajes.
“Es la virtud del realismo en la pintura, y también de la literatura, y del teatro... nuestro cerebro racional y nuestras fibras sensibles más dormidas se despiertan y se dejan llevar de una forma casi sumisa allí donde nos digan nuestros sentidos, ojos, oídos, tacto.... sobre todo si en esa visión reina la armonía, como notas musicales que se enlazan unas con otras formando un solo acorde, como la belleza de una ecuación matemática resuelta... es la perfección, algo que acerca a algunos quizás un poco más a esa divinidad solo reservada a los dioses. Sin embargo, lo sabemos perfectamente, no todo lo que crea el hombre evoca esta magnificencia… ni nos hace viajar. Las salas de arte moderno solo seducen a sus incondicionales con estereotipos autocomplacientes y enormemente aburridos para los extraños. Por el contrario, gran parte de la publicidad utiliza el Realismo como mecanismo seductor todos los días..... y nos crea necesidades, es decir, nos lleva al universo en que la felicidad depende de las cosas que se pueden comprar, objetos materiales que no tenemos ni necesitamos y que, de pronto, queremos poseer.”
DECADENCIA DE OCCIDENTE
— Tomando en cuenta la muestra de Antonio López en el Thyssen, ¿cree que el éxito del arte realista es un signo de lo alejado que está el arte contemporáneo del público?
“No cabe duda de que López es un gran pintor, un creador de imágenes en el sentido clásico. Y sin embargo es un pintor contemporáneo. Hay razones para que la gente acuda a ver su trabajo. Pero también es verdad que no hay como una buena campaña de publicidad para llenar una sala de espectáculos, una plaza o un museo. Hay que precisar que es Antonio López el que atrae a las multitudes, no la pintura realista en general. En las ferias internacionales sigue siendo censurada. He visto en el museo del Prado cómo la buena pintura, los Velázquez por ejemplo, no despiertan el interés que debieran en los estudiantes de pintura, y muchos profesores de arte expertos en ‘instalaciones’ ni siquiera saben cómo están pintados esos cuadros”.
—¿Cómo explica que el arte realista siga moviendo importantes sumas en el mercado del arte?
“Las grandes sumas que se mueven por el realismo contemporáneo son ridículas frente a lo que se paga por esperpentos efímeros, a veces con fondos públicos, que ni siquiera llegan a conocer los contribuyentes. Este subgénero, símbolo de la decadencia cultural de Occidente, es defendido por comisarios y técnicos que se inclinan y ponen en alza, sin ningún rubor, sus gustos y opiniones personales. Mientras nuestros ojos formen imágenes sobre el telón de células cerebrales, especializadas en la recepción de ondas electromagnéticas que captamos en forma de luz y color, el ‘realismo’ será una manera óptima para comunicar con los demás. Somos, inevitablemente, seres audiovisuales”.
—Sin embargo, el mundo del arte sigue mirando al realismo con desdén.
“Se sabe muy poco sobre esas técnicas que se han perdido, y jamás se ‘rebajarían’ a copiar algunos de los clásicos, una práctica que servía antiguamente para evaluar y desenmascarar a muchos falsos profetas. Porque en rigor, para autoproclamarse representante de la innovación o de la vanguardia artística habría que demostrar que hemos superado lo que otros han hecho antes. Y ese examen no lo resistiría prácticamente nadie”.
—Pero los espacios de exhibición artística privilegian más la renovación que la tradición.
“Antonio López era un perfecto desconocido cuando llegué a España, sólo lo conocíamos los estudiantes que apreciábamos el realismo y buscábamos referentes contemporáneos, pintores del siglo XIX y del siglo XX. Hooper, Wyeth, Bravo, López, Nerdrum... En ese entonces, López ya había demostrado lo evidente llenando el Museo Reina Sofía y lo mismo pasó con Claudio Bravo en Chile en 1994. Los lectores recordarán las colas que se le formaron a Milan Ivelic. Este hombre, mal llamado director, ha sido el símbolo de la desgracia institucional, de los prejuicios, imponiendo sus dudosos criterios museísticos y su desprecio a la historia y nuestro patrimonio”. |