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I
DOGMAS Y PREJUICIOS
 

La experiencia del contacto directo con la realidad de los cubanos que viven en la isla ha reafirmado mis convicciones políticas. Desde que tengo memoria, el pueblo cubano ha sido utilizado impunemente por los medios de comunicación que los ha vapuleado a su antojo durante casi cincuenta años por todos los rincones del mundo. Los corresponsales y realizadores de documentales comprometidos con la honradez, no han podido evitar que las estrategias concientizadoras y dogmáticas de la Guerra Fría hayan transformado la Revolución Cubana en un simple icono mediático. En España, país donde resido desde hace casi treinta años, nadie se priva de dar su opinión. La polémica está siempre asegurada entre partidarios y detractores del régimen, pero los argumentos esgrimidos suelen tener un vicio común en su origen: un punto de vista prejuicioso o, lo que es lo mismo, el desconocimiento esencial de la realidad latinoamericana en la que hay que enmarcar el proceso cubano. La utilización de supuestos aplicables sólo desde la Nueva Europa queda en evidencia por la servidumbre argumental de algunos contertulios hacia el medio de comunicación en los que ven reflejada su unilateral visión del mundo y, peor aún, por voces autorizadas que no tienen más base en sus juicios que la mezquina disciplina de partido. Muchas veces olvidamos que es imposible razonar con claridad anteponiendo los dogmas y la imposibilidad de enriquecer nuestros puntos de vista cuando la ignorancia se vuelve arrogante y levantamos la voz en lugar de escuchar al contrario. En esencia, el sano oficio de la comprensión radica en la correcta interpretación del que consideramos como nuestro enemigo, sin saber verdaderamente porqué.

 
 
II
EL PENSAMIENTO INDIVIDUAL
 

La educación tendenciosa de la ciudadanía a través de los sistemas de información mediática no ayuda demasiado al mutuo entendimiento entre sociedades culturalmente diferenciadas. Sólo el pensamiento individual, guiado por una sana curiosidad intelectual sin prejuicios, nos puede acercar a determinadas verdades humanas, porque nada es demasiado blanco o demasiado negro. La profundidad de un razonamiento sensible radica precisamente en la capacidad de percibir los más finos matices, aquellas pequeñas diferencias que son inevitablemente acumulativas y determinantes. Un pintor alcanza la maestría en la interpretación de la naturaleza sólo si es capaz de transmitir toda la complejidad y el misterio que se esconde tras una apariencia visual que todos podemos observar. De igual modo, la correcta interpretación de los acontecimientos históricos exige un arduo trabajo de investigación que casi nadie se toma en serio. Lo único real e inevitablemente objetivo son los hechos. Pero cuando no hemos sido protagonistas de los mismos, olvidamos con demasiada frecuencia que en los libros, documentos o archivos consultados siempre faltan páginas igual de importantes: aquellas que nunca llegaron a escribir los que no sobrevivieron a los acontecimientos ni los que son inducidos a callar en un sistema que les niega la discrepancia. Muchas veces cometemos errores garrafales en interpretar la historia de los pueblos por esa ignorancia ilustrada de la que hacen gala las sociedades prósperas: la fe ciega en los datos oficiales de la información y la dificultad que representa nuestra incapacidad para valorar los hechos tomando prestado el alma de los protagonistas ante unas circunstancias que nos son totalmente ajenas.

 
 
III
DIFERENTES FORMAS DE SER POBRES
 

El aspecto deplorable de las barriadas de La Habana más vieja y más abandonada de todas, donde la última mano de pintura data de los años cincuenta, es el panorama que pone los pelos de punta a los extranjeros que temen ferozmente a esa cara visible de la pobreza. Su veredicto es claro: la condena total al sistema. Sin duda los cubanos padecen de escasez de casi todo, pero la gran mayoría no está formada en base a nuestros conceptos consumistas y egocéntricos. Han nacido después de la Revolución y sus cerebros son inevitablemente diferentes. Sin querer justificar de ninguna manera las fórmulas dictatoriales y represoras, debemos reconocer logros sociales irreprochables en materia de educación y sanidad pública que otras formas de gobierno no han conseguido jamás en democracia. La pobreza endémica de América Latina no es ni mucho menos como la que ví en Cuba. Muestra una cara mucho más amarga y conlleva otras desgracias emparentadas: analfabetismo, alcoholismo, drogadicción, delincuencia, malos tratos, desempleo y prestaciones sociales paupérrimas en materia de educación y sanidad pública. Hablamos de derechos humanos básicos que nadie discute. En occidente damos por sentado que la calidad de vida se define por nuestra capacidad para comprar productos innecesarios de forma compulsiva. Vivimos inmersos en una cultura consumista inducida por complejos sistemas de marketing que generan sentimientos de angustia y fracaso si no nos podemos permitir un alto poder adquisitivo. No se trata de ser si no de tener. Una escala de valores que se extiende como un virus contagioso por todo el mundo que no respeta ni a los recién nacidos. Así, sin darnos cuenta, encaminamos nuestra vida y nuestros sueños al loable propósito de alcanzar la felicidad a través del consumo y, de paso, llenamos los bolsillos de los que ponen en marcha las economías de mercado. Una fuente de felicidad eterna… para algunos.

 
 
IV
LA ESCLAVITUD
 

Cualquiera que sea interrogado dirá que la esclavitud siempre ha existido, como si su existencia a lo largo de los siglos la hubiese legitimado. Cuando estuve en La Habana no dejé de sorprenderme del componente africano dominante en la configuración genética de la población. La historia precolombina y la colonización europea se da por sabida y aburre a muchos, sin embargo, no está de más a veces recordar que en América nunca existió población de raza negra. No fueron allí en calidad de inversionistas, ni de vacaciones. Se requería mano de obra barata y eran más rentables que los indígenas nativos que,  entre otras razones,  carecían de anticuerpos y caían diezmados por enfermedades hasta entonces desconocidas. A lo largo de tres siglos, se calcula en cerca de sesenta millones la cantidad de negros secuestrados de su África natal para colaborar desinteresadamente como esclavos en la construcción de las sedes europeas del Nuevo Mundo. No contentos con el saqueo generalizado y con doblegar violentamente a varias civilizaciones indefensas, la Revolución Industrial iniciada en Inglaterra, aseguró el lucrativo negocio del tráfico de personas para cubrir las necesidades de la industrialización. Cuba en 1886, todavía bajo dominación española, fue uno de los últimos países en abolir la esclavitud e iniciar la liberación, impuesta desde España, de los casi 400.000 esclavos censados en la isla. El comercio negrero fue una de las primeras empresas transnacionales creadas por los inversionistas extranjeros en América. La deuda contraída con el pueblo africano es enorme. A pesar de haber sido humillados y maltratados durante siglos, han dejado una herencia cultural sin la cual ya no se podría entender el mundo occidental.

 
 
V
QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS...
 

Hoy es 12 de octubre de 2007, un día muy especial para pensar  en Cuba. En estos momentos se está desarrollando en el Paseo de la Castellana de Madrid un gran desfile de carros alegóricos con la representación de todas las culturas y nacionalidades iberoamericanas. La portentosa riqueza cultural producto del mestizaje del Nuevo Mundo, África y Europa –la fusión genética de tres continentes–  deja atónitos a los padres e hijos madrileños asistentes al espectáculo. Y no es de extrañar. Es la primera vez, desde 1492, que se conmemora el Descubrimiento con algo más que un gris desfile militar de las Fuerzas Armadas españolas. Pero este inédito reencuentro de los pueblos después de la descolonización, no obedece a un repentino interés de las autoridades españolas por nuestras costumbres, por las civilizaciones perdidas o por la constatación de una identidad común que no hemos sabido valorar. ¡Qué más quisiéramos! Desgraciadamente obedece a la inversión del flujo migratorio, que ahora cruza el atlántico en sentido inverso a los años de la conquista de América. Y esto es sólo el comienzo. Las  leyes de extranjería que dicta la Comunidad Europea, aunque ya comienzan a traspasar los límites de la legalidad internacional, no podrán impedir que los desequilibrios atraigan a decenas de miles que huyen de la opresiva realidad laboral existente en sus países de origen. Si las maltrechas economías de las familias latinoamericanas aún se mantienen en pie, es por la cuota que aportan los millones de inmigrantes que voluntariamente se ven obligados al exilio. Que no se sientan solos los cubanos que viven el drama de ver a sus familias rotas, porque el problema afecta a toda nuestra comunidad. Una nueva forma de esclavitud se oculta tras la boyante Revolución Tecnológica, una versión revisada y aumentada de la Revolución Industrial que partió definitivamente el mundo en dos mitades: ricos en el norte, pobres en el sur.

 
 
VI
LA SUPERVIVENCIA DEL MÁS APTO
 

En muy pocas constituciones democráticas, por desgracia,  se menciona expresamente que el Estado velará, ante todo, por la felicidad de sus conciudadanos. La felicidad entendida como bienestar colectivo reúne todos los valores de un sistema de convivencia justo, y debiera ser la mayor aspiración de una democracia honesta. Sin embargo, la interpretación capitalista de la democracia centra sus objetivos en el lucro personal como recompensa a la eficacia empresarial, la rentabilidad y el esfuerzo individual. La felicidad colectiva queda, pues, fuera de los objetivos del sistema, ya que éste parte implícitamente de la premisa de la supervivencia del más apto, es decir, de la desigualdad como acicate para el desarrollo. ¿Se puede conseguir el bienestar colectivo, entonces, por la proliferación de individuos que basan sus decisiones en el lucro personal como objetivo básico? Me temo que no. La ecuación capitalista fomenta la acumulación de riqueza privada y el grupo de elite que la administra internacionalmente, dispone de todos los medios necesarios para ejercer el control sobre las sociedades más débiles e incapaces. El hombre es consciente de que si no se organiza como grupo y crea mecanismos de autodefensa, puede poner en peligro su subsistencia. La marginación es la triste realidad resultante de un individualismo desaforado que basa sus doctrinas en una competitividad obsesiva que transforma en sospechoso a cualquier ser viviente que no reconozcamos como un igual. Esa discriminación –que a veces tiene marcados tintes clasistas y xenófobos– anula cualquier posibilidad de sentimiento colectivo y, con ello, la comprensión de lo público frente a lo privado como conceptos complementarios que, administrados correctamente, sintetizan la esencia de una democracia que garantiza la justicia y la paz social.

 
 
VII
CUBA DESPUÉS DE CASTRO?
 

La Cuba después de Castro no tiene más relevancia que una fecha en el calendario que unos lamentaran y otros festejaran. La historia del pueblo cubano no comenzó ni va a terminar con Fidel. A pesar de su aislamiento, Cuba forma parte de una comunidad de naciones latinoamericanas que comparte un destino común: la lenta y penosa batalla por la superación de la pobreza. Se habla de democracia como si fuese la única alternativa viable para vencer las penurias que sufre la población en las regiones más deprimidas de nuestro continente. Sin embargo, el modelo capitalista asociado a las democracias occidentales, sólo ha beneficiado a Canadá y Estados Unidos, que han salido victoriosos de la descolonización europea. América Latina, en cambio, nos ofrece un variado repertorio de gobiernos democráticos que han fracasado –y siguen fracasando– en ese empeño y hoy nuestros países comparten destino con África y otras regiones postergadas del planeta. Democracias tercermundistas o dictaduras sangrientas impuestas en aras de ese viejo orden mundial que devuelve el poder a los mismos de siempre, nos han sumido durante casi dos siglos en una historia común que sigue generando injusticia, marginalidad y extrema pobreza. La Revolución Cubana propuso una manera de desarrollo tan lícita como necesaria en su día. En cualquier caso, nadie ignora que los procesos de cambio deben ser dinámicos y adaptarse a las nuevas circunstancias. Pero la última palabra la tiene el pueblo cubano. El legítimo derecho a la autodeterminación lo harán valer, como ya lo han demostrado con creces a pesar de haber sido arrinconados por la Comunidad Internacional desde 1959. De otra forma, Cuba no hubiese sobrevivido a la caída del bloque soviético ni a las dramáticas consecuencias de un bloqueo interminable, inútil e ilegal.

 
 
VIII
MEMORIA HISTÓRICA
 

180 toneladas de chocolates y bombones se consumen cada día en España. Lo acabo de oír en el telediario. Mientras el mundo civilizado produce niños obesos, al otro lado del mundo un niño muere de sed y desnutrición cada tres segundos. Es deprimente comprobar de esta forma tan clara y patética en qué se emplean los recursos cuando los hay. ¡Qué distintas pueden llegar a ser las prioridades en las distintas realidades humanas! El largo plazo para los proyectos empresariales de una multinacional como Nokia son cinco años. Son cálculos matemáticos que no consideran otro valor humano que la obtención de beneficios y que nos dan una idea de la perversión de nuestra escala de valores. Desde estos puntos de vista meramente mercantiles, difícilmente las democracias occidentales van a enfrentar el largo plazo que requiere la gran tarea pendiente, la erradicación de la extrema pobreza, desequilibro causante de muchas injusticias cuyas dramáticas consecuencias no van a dejar al margen a las sociedades prósperas. Los acontecimientos importantes marcan el paso del tiempo y el devenir de la Historia con un ritmo infinitamente más lento que el micro espacio temporal en el que se desenvuelven los asuntos del hombre contemporáneo. Las nuevas tecnologías de la comunicación acercan la distancia y encojen el tiempo configurando una realidad engañosa y artificial que nos hace vivir un sueño americano demasiado peligroso. Se habla de libertad duradera y de democracia como el modelo de convivencia idóneo para implantar en todo el mundo, aunque sea por la fuerza ¿Cómo se puede argumentar a estas alturas que el hombre libre, por ser más libre es más justo?

 
 

Guillermo Muñoz Vera
[Textos extraídos de: 8 días en La Habana - Muñoz Vera 2006-2007]

 
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